Feminália: Una referencia para el comunalismo.

[JesRICART]

Una referencia para el comunalismo. JesRICART
Aunque el escándalo permanente de las comunitas había tenido resonancia en otros muchos países lo más importante de Feminália no era su socialismo sexual o su amor compartido sino su propiedad comunista pudiendo vivir tantos cientos de individuos juntos y en paz sin rivalizar por la parcela o por las cosas. Aspirantes a comuneros de todas partes del mundo mantenían abundante correspondencia con ellas y la afluencia de visitantes para aprender de su modelo era alto. Las comunitas aprendieron a proteger su estabilidad filtrando toda clase de injerencias exteriores incluyendo las de correligionarios que querían emularlas. Ellas diferenciaban mucho entre quienes tenían la condición de miembros y quienes tan solo eren simpatizantes, seguidistas o estudiantes. Por supuesto también establecían una gran diferencia con quienes solo eran visitantes o curiosos, reporteros o arribistas coyunturales.
Muchas de las experiencias que relataban ocupas visitantes procedentes de las ciudades de la abundancia de la vieja Europa estaban plagadas de tonterías domésticas, de rencillas entre ellos mismos por cuestiones de propiedad aunque afirmaran ser contrarios a ella en todas sus manifestaciones públicas o políticas. Los visitantes ávidos de aprender de ellas también lo eran de enseñar sus victorias en reciclar mansiones o en poner en marcha proyectos de cultura popular pero pasaban a ser un tostonazo repitiéndose en sus anécdotas sobre sus reivindicaciones o formas defensivas empleadas para proteger sus casas ocupadas.
En realidad una comuna no tenía porque pasar por la experiencia de ocupar un edificio abandonado para ubicar en su perímetro la experiencia convivencial ni toda ocupación por los homeless o los jóvenes que no querían asumir hipotecas para adquirir viviendas o los altos alquileres del mercado tenía que desembocar en una experiencia comunalista. Lo habitual era que la mayoría de personas, fuera cual fuera su grado de radicalidad, que se acercaba a la casa de las mujeres, flipara con su notoria falta de conflictos internos. Las anécdotas y conversaciones que traían los visitantes eran minucias y conflictos domésticos que hacía décadas que las comunitas no tenían. Estas hacían la deferencia de escuchar pero en el fondo se les notaba una cierta mueca de impaciencia ante las niñadas de sus compañeros y fans más jóvenes. Los squatters con el paso de las generaciones no evolucionaron hacia un movimiento anticapitalista consistente sino a un movimiento supervivencialista para esquivar los precios abusivos del mercado. Las comunitas sabían que la fuerza de la lucha por arreglar mundos había dejado de pasar por intervenir en la sociedad en el sentido clásico de hacer y seguir propuestas y dirigir acciones espectaculares, sino por la instauración deformas de vida alternativas a pequeña escala. Si alguien quería cambiar el mundo debía apearse de él, como rezaba un antiguo eslogan, y ponerse a funcionar de otra manera, puesto que el mundo era un solo planeta eso se concretaba buscando lugares y territorios donde hacer la propia vida. Las comunitas construyeron su propio paraíso al creer en ellas mismas y al no avergonzarse de su prerrogativa como segmento particular, especial y privilegiado. Si alguien quería aprender de su felicidad que estudiara su modelo, no tanto para traspolarlo tal cual sino para encontrar el suyo propio en su latitud concreta.
Esa férrea convicción es la que permitió aguantar toda clase de avatares e incomprensiones, también procedentes en forma de críticas puristas de otros sectores del feminismo que habían dejado de creer en los placeres proporcionados por la sexualidad y de otros sectores de las políticas de izquierda que no perdonaban sus formas de sexo público y de pago o sus espectáculos eróticos. Ser una residente de la casa de las Mujeres, significa pasar a formar parte de las litas negras y de no pocas listas odiosas para gente que no podía soportar que se exhibiera en público lo que mucha gente deseaba o hacia en privado y que en todo caso no paraba de fantasear.
En sus primeras temporadas Feminália fue sede anfitriona de no pocos encuentros feministas y comunalistas: personas de todas partes que querían elaborar la gran teoría de lucha para gestar un nuevo mundo olvidando dedicar un diez por ciento de su energía a introducir cambios en sus vidas, en sus dietas, en sus morfologías, en sus hábitos diarios, en sus planes de creatividad, en sus relaciones con los demás. Despues de unos años de acoger ideas, de plataformar propuestas y de encontrarse en la bancarrota continua por las desidias de los aliados cuando no por sus traiciones solapadas prefirieron priorizar sus vidas a la del mundo, prefirieron contar con ellas mismas que con los grandes aliados que les fueran a resolver su futuro. Su futuro sería y fue siendo el que ya era en sus mentes desde décadas atrás: vidas llenas de emociones, con una sentimentalidad y una sexualidad exuberantes, con producciones creativas en todos los campos se interesaron, con una autosuficiencia envidiable en todo y con intervenciones puntualísimas a escala de sociedad: desde el vecindario inmediato a los canales de televisión nacional i internacional, generalmente porque no les quedaba otro remedio que responder a ataques y provocaciones no por el deseo de ellas en vanguardizar nada.