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Antiguo 14-jun-2009     #1
Predeterminado Libertad personal y liberación de los lastres.

La vida de los objetos en la formación del sujeto. Libertad personal y liberación de los lastres.Jes RICART
El capítulo de las obtenciones es una constante diaria o casi dentro de las actividades de supervivencia y vida, tanto por lo que hace a objetos de ingesta como a objetos conteextuales para hacer más cómoda la vida. En una sociedad multiproductiva lo más fácil es conseguir cosas o al menos lo es en aquellas partes del mundo donde los excesos industriales están a la orden del día sin reparar en despilfarros. En edades ya tempranas se tiene de todo. Más de la mitad de la población mundial estrena la vida con las garantías materiales sobradas para vivirla sin penuria. La ida de cada individuo sigue su curso en contextos en los que la vida de los objetos hace la suya. Está ahí para que sirvan como instrumentos para vivir con calidad y seguridad. Las cosas tienen la misión delegada de procurar sustento y confort, condiciones de habitabilidad y estatus, inversión y futuro. La abstención es una constante que facilita el contacto con recursos generalmente materiales pero no se limita a ellos, también se obtiene información o se obtienen contactos o entradas, o viajes o posiciones. Esa dinámica continua convierte los hábitats en almacenes y a la hora de adquirir un nuevo apartamento o espacio qué habitar se pregunta por y se tiene muy en cuenta un lugar para el trastero, aunque en él vayan a parar innumerables cosas que ya no se vayan a usar nunca más. Recuerdo que las cavas en los subsuelos de las antiguas casonas en el Midi estaban cargadas de cosas que no recordaban sus propietarios. En cierta manera esa retención de objetos que ya no vamos a usar nunca más es parte de una cultura obsoleta: la de la posesión por encima de todo aunque el uso de lo poseído sea escaso o nulo. Se guardan cosas por un criterio que proviene del momento de guardarlas pero que ya ha caducado. En aquel entonces esas cosas (revistas, cuadernos de apuntes o incluso en lo más personales, fotos, cartas recibidas,…) se les daba un valor incalculable y simbolizaban recursos para escribir sobre ello o para volver algún día a repasarlas. Después de muchos años de haber concluido mi actividad de archivero privado y reabrir carpetas que por una década o mas esperaban a o se que flirteando con el polvo al reabrirlas me encuentro que parte de ellas no contenía aquellos tesoros que sospechaba y que folletos e infos que taladré y junté necesitan la ojeada de medio segundo para darles el destino que ya merecían desde el principio: la papelera. Obviamente no todos los objetos documentales se debe guardar y de hacerlo basta el tiempo justo para vaciarlos de las notas, citas o referencias que se necesitan para permitirles que sigan su camino para ser usados por otras manos o para que sigan el circuito del reciclaje y se conviertan en pasta de papel con la que poder hacer nuevas resmas y nuevas impresiones.
Estoy en plena liberación de mis cosas y no solo de dosieres que ya no necesito. También de mobiliario. Ayer dejé junto al container un televisor grande con un pósito en el que ponía que funciona(ba) pero necesitaba solamente ser sintonizado. Podía haber llamado a Reto para que vinieran a recogerla pero estaba seguro de que no duraría un día en la calle. Efectivamente desapareció a las pocas horas. Lo mismo me pasó con una bici que deje aparcada junto a un árbol o una mesa de despacho (siempre con notas explicando que no le faltaban piezas en el caso del mueble y que solo necesitaba una puesta a punto en el caso de la bici). De una temporada a esta parte no paro de deshacerme diariamente de objetos que los regalo, los dejo en el vestíbulo comunitario como donaciones espontáneas o los dejo junto a los containers cuidadosamente por si alguien quiere reutilizarlos. No hay problema, en mi vecindario debe haber quien sabe aprovecharlo, el de mi escalera debe creer que tiene un vecino loco que si bien no tira la casa por la ventana deja una parte de su contenido en el vestíbulo, o bien mi calle es recorrida por los rebuscadores de basurales que a estas alturas deben considerarla como una cantera de curiosidades o de materiales útiles para otros menesteres. Además de las basuras que una casa produce (cartones, plásticos, tetrabricks, envases múltiples, envoltorios, electrodomésticos irreparables y cosas parecidas) parte de todo lo que contiene que sigue teniendo una funcionalidad pero que sobrecargan el ambiente. La vida se puede problematizar más a partir de unos niveles altos de consumo. Es una paradoja de la sociedad moderna. El medio alto nivel de vida genera problemas por el tener. Todo lo que ambicionan los que están en bajos niveles supervivenciales por un débil poder adquisitivo es comprar los problemas ajenos. El mundo tiene estos dos extremos: el de la riqueza y el de la miseria. Es lesivo para la vida tanto lo uno como lo otro. En lo metabólico se muere de obesidad o las complicaciones que trae por un lado y se muere de hambruna o las enfermedades que le están ligadas por otro. Los excesos y los extremos son contraproducentes para cualquier plan o actividad. Cualquiera sabe que sea la cantidad de lo que sea que no pare de acumular: mobiliario, casas, colecciones filatélicas, joyas, coches, barcos o dinero líquido, todo eso no l ova a poder trasladar postmortem a donde sea que vaya si es que su alma transmigra a otra parte. Buenos los faraones y otros ilustres muertos creían que las cosas que usaron durante la vida podrían seguir usándolas de muertos. No contaron con que los saqueadores de tumbas se cobrarían su comisión para lo que consideraban algo más perentorio: sus vidas. Detrás del tener no se para de significar una simbolización que en realidad no lo proporciona el hecho del tener sino el efecto potencial que ese tener podría dar. Es así que una enciclopedia proporciona la posibilidad de la consulta de lo que contiene pero obviamente todo lo que contiene no forma parte del saber del usuario. Lo mismo se pude decir de todos y cada uno de los libros que tiene en su biblioteca a no ser de que cuidadosamente tome de los de ensayo, ciencia e historiográfica los apuntes necesarios para poderlos retener. Tener algo, lo que sea, queda valorado no por el hecho de custodiarlo sino por su uso. La posesión ni siquiera es una condición indispensable para el uso. Se pueden usar muchas cosas sin necesidad de poseerlas o tener una titularidad de control sobre ellas.
La cultura ególatra e individualista está muy emparentada con el crecimiento industrial que no para de producir cosas para las que necesita compradores. Las irracionalidades son múltiples: desde la compra obligada de cada niño a comprar los libros e el mercado de trinca que ha dejado de usar otro alumno del curso superior a las manías, todavía, de alguna gente en ponerse ropa usada por otros. Cada individuo individualista por lo que hace a sus cosas no prepara su vida para compartir sus cosas y tampoco se dispone psicológicamente a pedir las de los otros para así no entrar en deuda o tener que deber favores.
Las necesidades para una vida confortable y sobre todo libre pasan justamente por lo contrario del tener. Propongo la siguiente idea: a mas cantidad de cosas, mas cantidad de preocupaciones, de impuestos, de conflictos interpropiedades, de agobios. En resumen cuanto más tienes más esclavo eres. Hay que aclarar que tener y disponer son dos verbos y conceptos diferentes. El hecho de no tener algo en el sentido de poseerlo bajo la propia custodia y propiedad no impide disponer de ello. El mobiliario urbano junto a los equipamientos ciudadanos o paran de crecer en las ciudades modernas ofertando recursos que se pueden usar sin necesidad de poseerlos en el sentido de privatizarlos. Los posesivos (mi casa-mi coche-mi ordenador-mi trabajo para luego seguir con barbaridades como mi mujer-mi marido-mis ideas)son indicadores de una pandemia socio ideológica muy extendida. Cuanto mayor sea el uso de posesivos de un hablante más dificultades está teniendo para la liberación de sus lastres que lo ligan como sujeto dependiente a las cosas que tiene dificultándole su volatilidad como persona .
Una experiencia que debería hacer todo el mundo es recorrer 500 o 1000 kms a pie para empezar (el camino de Santiago es un buen pretexto pero hay senderos que se pueden descubrir en todas partes) con lo puesto y una bolsa dorsal que no superara los 5kilos de peso sin contar la comida o la cantimplora llena pero sí contado el libro de lectura o la libreta de apuntes o el ordenador portátil. La principal lección que se podría extraer es que no necesitaría más de lo puesto para pasar el tiempo que le durara esa experiencia (alrededor de un mes). Muy bien si esto se puede hacer durante un periodo de tiempo breve se puede pasar a una experiencia mayor, hacer lo mismo para un viaje de mayor recorrido y tiempo: medio año o un año. Si la logística está cuidada y no falta el dinero para pagar la supervivencia y los alojamientos en ruta el viajero convencido sabe que no necesita más de eso para adquirir lo principal: experiencia, saber , contactos ,…mientras va documentado todo lo que ve y encuentra y siente en sus memorias (la biológica y la digital).
Otra experiencia de la que nadie se debería privar es dedicar un año al menos –lo llamaremos sabático por la actualidad de esta palabra- para vivir con mínimos viajando, explorando, conociendo y permitiéndose las aventuras que las coordenadas de la ubicación, el qué dirán, y la presión cultural suelen impedir.
Se supone que en un tiempo todos los hombres eran exploradores, cazadores y recolectores antes de ser sedentarios,. hortelanos, jardineros y domésticos quedando de lo antiguo poco más que la trashumancia de algunos oficios. En los tiempos primeros en los que era más difícil el movimiento y el viajero, hubo oleadas de humanos que cruzaron el actual estrecho de Bering desde Asia a América, en la actualidad en que la posibilidad de viajar a todas partes está a la orden del día el sedentarismo sigue siendo la característica principal de la población. Si bien es cierto que la ubicación es una condición necesaria para el trabajo y la rentabilidad de la energía dedicada no lo es menos que se dedica más energía de la necesaria para la vida material olvidando los contenidos más conceptuales y experimentales de esta vida.
Para la liberación personal el mejor criterio es el de la liberación de los lastres. Un globo vuela soltándolos pero un ser humano se hace persona también con este símil. Los lastres son tanto los objetos físicos y con peso de los que se puede ir prescindiendo como las morales obsoletas que encorsetan el comportamiento y el pensamiento. El peso de lo innecesario convierte una vida en apelmaza y quieta apoyada ¿cómo no? por una apología fraudulenta de la estabilidad. Lo importante de una persona es su referencialidad no su número de teléfono de localización o su domicilio conocido fijo para toda la vida. Hacer apología de la estabilidad es tanto como olvidar el caos que hay detrás de las leyes de la naturaleza y de todo lo conocido. llya Prigogine que se hizo eco de la contraposición entre cultura científica y cultura humanística algo que tiene su correlato entre la que hay también entre la longeva tradición de la posesión y del control de las privaticidades y lo que dicta el saber: la innecesidad de tenerlo todo para acceder a todo, escruto las leyes de la naturaleza desde la expresión de su caos, en términos de probabilidades más que de certezas. Este es un criterio rentable para aplicarlo a todos los empeños en los que un humano necesita meterse: hacer del proyecto existencial una realización tras sus posibilidades según las probabilidades con las que cuenta sin caer en la presunción de que se tienen más posibilidades teóricas por el hecho de tener más bienes materiales privatizados.
Lo que importa de cada cosa es el saber y la experiencia que proporciona no el gancho estatuario de tenerla. Crear una cultura en la que compartirlo todo y pasarlo todo de manos a manos desde la responsabilidad es por ahora una utopía, mucho mayor que la de igualar la renta per cápita de todos los ciudadanos. Las reparaciones de un sistema económico pasan por las reparaciones ideológicas (mentales pues) previas. Lo importante de cada cosa desde la perspectiva de su experiencia contrae el desenlace posterior de deshacerse de ella en cuanto ya deje de necesitarse. Guardar cosas para donarlas a gente especial no tiene tato sentido. A veces guardas en el garaje cosas por si son necesarias para gente cercana (amigos o páretela) que al ofrecérselas no se pueden hacer cargo por falta de espacio mientras que otras personas podrían estarlas usando ya. Después de guardarlas por años se terminan por tirar, se podía haber abreviado haciéndolo antes. Es difícil encontrar un occidental de la sociedad del bienestar que no ande sobrado de cosas, la única excepción serian los indigentes que cargan su vida en lo que les cabe en un carro de compra de supermercado. No es que su vida sea una alterativa -más bien es una desgracia- pero no dejan de tener algún lección que aprovechar por lo que hace a su capacidad de prescindencia (mitad imposición y mitad elección).
Mientras la persona humana siga supeditando la construcción de su ser a la acumulación de su tener las posibilidades para su espiritualización son escasas. Hay mucha gente que vive bien y vive con lo que tiene en su habitación. Puede disponer de muchas cosas: alojamientos, mesas, camas, espacios por los que moverse sin tener la necesidad de hacer el trasiego de sus cosas de un sitio a otro. Hay gente que al cambiar de domicilio de país o de continente fleta un container para meter todas sus cosas, incluidas ciyclostatics, ya que paga por el volumen y o por el peso; luego, en la nueva dirección en el país destino se encuentra que una buena parte de aquellas cosas no las necesita en absoluto y termina por tirarlas o donarlas. Si hubiera hecho la reflexión antes se habría e vitado ese gasto extra, Una persona no debería necesitar más de lo que quepa en un baúl. Llevarse la propia casa metida en una buena lista de maletas a un país africano no es la mejor forma de empezar en otra parte con la cultura de esta otra parte.
Una de las cosas que más se me ha planteado en mi vida cuando he cambiado de domicilio es lo que hacía con las cosas del anterior. Casi todos los traslados han servido para descartarme de muchos cosas, incluidas las que quería mucho, con pena. Me llevé su memoria y otros las aprovecharon en su lugar. Ante la perspectiva de cambiar de continente para vivir otras experiencias el lastre de las cosas acumuladas es lo que resulta más condicionante, pensándolo más detenidamente de todas las cosas que tengo la mayoría son prescindibles. De todo lo que tengo lo que más aprecio son mis originales y durante un tiempo pensé –aunque nunca lo hice- que las cosas más importantes de la casa deberían estar concentradas en un baúl de metal (documentos, escrituras, los textos originales como digo, las memorias digitales) por si una catástrofe o un incendio acababa con la cosa o tuviéramos que escapar a toda prisa. Nunca llegué a hacerlo. Un criterio de prescindibilidad llevado al extremo puede consentir perderlo todo incluida la obra de toda una vida a cambio de dejar el acto testimonial de contarlo. Por ahora (cruzo los dedos) no he pasado por esa tesitura. Pero ahora que lo digo, el baúl estaqueizado y que ponga salvo todo eso es una compra que sigo teniendo pendiente.
Descargarse de lo que se necesita es algo distinto a los actos pensados para la donación, los regalos o los gestos de solidaridad. Se puede ser muy dadivoso y solidario y no por eso haber entrado en ese proceso de levedad o prescindencia de lo que le sobra realmente a uno. Hay que decir que se trata de u proceso psicológico de liberación de tabúes y falsos segurizantes. Las cosas (y en su extensión máxima el patrimonio) vienen a cumplir un supuesto de seguridad y firmeza que difícilmente proporcionan si uno no está seguro con lo que es y con quien quiere ser. La integridad de una persona no es medida por sus pertenencias sino por su consecuencia entre lo que piensa y lo que hace, lo que quiere ser y su lucha contra sus déficits en cuanto a valores.
Si echo una mirada atrás en mi biografía una buena parte de conflictos con los demás han venido dados por cuestiones del tener. No es que no haya tenido prohibiciones por cuestiones del ser pero el tener o no tener siempre ronda las circunstancias. E general la dedicación de tiempo destinada a las tenencialidades terminan por ser una gran pérdida energética en detrimento de otras consideraciones más cruciales.
Cuando yo montaba o equipaba alojamientos con cosas que reciclaba de la calle tiradas por gente que se había desprendido de ellas me sentía afortunado, ahora que he empezado un proceso en el que me desprendo de las mías me considero más afortunado aún.
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